Comentario
Capítulo XLIX
Que trata de la guerra que se hizo a la gente del valle de Aconcagua
Estando el general Pedro de Valdivia en la ciudad siempre tenía aviso de su maestre de campo de todo el suceso que cada día le sucedía, y reconociendo por sus obras a los indios de aquel valle de Chile cómo habían sido aviesos en no mantener lo que prometían, porque al tiempo que mejor servían se alzaban, determinó de irlos a castigar porque se enmendasen y porque los demás escarmentasen en cabeza ajena, y castigándolos servirían los que restasen, y estarían los españoles más seguros y en sosiego, para poder hacer en las cosas que más conviniese al servicio de Dios y de Su Majestad y ensalzamiento de nuestra religión cristiana. Para lo cual mandó a un capitán de la infantería con diez de a caballo y treinta de pie que fuesen a la casa fuerte a donde el maestre de campo estaba. Y mandóle que con los de a caballo que en la casa estaban y los que él llevaba, eran cuarenta de a caballo, corriesen el valle y que castigasen a quien servir no quisiese y en arma se pusiese, y que desbaratasen todas las fuerzas que en todo el valle hallasen.
Y lo mismo escribió al maestre de campo, y que en todo tuviese gran aviso, y que lo primero que hiciese fuese envialle con seis de a caballo al cacique Tanjalongo, porque mejor estaría en la ciudad para que mejor fuese su valle corrido y sus indios castigados, y porque no se embarazasen seis de a caballo y cuatro de a pie para guardarlo en la casa.
Luego que fue venido el cacique Tanjalongo y presentado ante el general, mandóle cortar los pies por la mitad. No le mataron, puesto que sus culpas lo pedían, porque era cacique tenido y que por su aviso y respeto podían venir muchos caciques e indios de paz, ansí como era parte para munillos que viniesen de guerra, y también porque con matarlo no pagaba lo que debía ni el mal y daño que por su causa habíamos recebido, y cortarle los pies le sería más castigo. Y los indios, viendo que aquel cacique estaba en la casa en su tierra, por consentidor e inventor del alzamiento le habían cortado los pies, y otros diez caciques muertos, estarían temerosos y no cometerían traición. Este es un género de castigo que para los indios es el más conveniente y no matarlos, porque los vivos olvidan a los muertos, como en todas partes se usa, y quedando uno vivo y de esta suerte castigado, todos los que lo ven se le representa el delito que cometió aquél, pues anda castigado. Y el propio lo tiene tan en memoria que aunque quiera, no puede olvidarlo.
En estos días que el maestre de campo hizo la guerra en el valle, castigó muchos y mató algunos y deshizo las fuerzas que halló, puesto que era invierno y muy trabajoso. Esta gente de este valle es guerrera y cautelosa, y entienden los ardides bien, y para vencerlos, bien convenía ánimo y potencia, como en el maestre de campo había con mucha experiencia. Y junto con esto, el general avisaba cada día de lo que más convenía, de suerte que en breve andaban los indios muchos de ellos mansos y servían, y otros no paraban en el valle.
Pues viendo el maese de campo que él y toda la gente española estaba muy trabajada de la guerra, velas, rondas y camino, y de pasar grandes ríos y mayores fríos y no pequeña hambre, porque la vianda de este tiempo es maíz cocido a la noche y tostado al día con alguna poca de carne, si haber se podía, y viendo que era ya hecha la guerra y castigados todos los indios del valle, ansí de Tanjalongo como los de Michimalongo, y en estas vueltas muertos algunos caciques, y viendo que era cumplido el plazo que el general les había dado, se partió el maese de campo para la ciudad y llevó consigo algunos indios principales, los cuales enviaba el general por mensajeros, después de castigados y aún asombrados, a aquellos que andaban huidos para que se volviesen a sus casas.